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jueves, 21 de enero de 2010

Comer, sentir, vivir.

Al hilo de una sugerente conversación con mi Thalía, emergió el binomio comer-sentir, un clásico al que se le han dedicado escenas famosas de películas (y hasta películas enteras), libros, canciones....
Me comprometí a entreabrir unos centímetros mi alma, y a poner en este indiscreto pero poco poblado foro mis sensaciones frente a la comida. Otro día hablaré de la bebida.

Cocino bien, eso ya lo sé (aunque me gusta muuuucho que me lo digan). Cocino mejor y más a gusto para otr@s. Nunca me da pereza liarme con sartenes y ollas, y me gusta improvisar, arriesgar. Es decir, soy cocinero de sentimientos, no de métodos. Nunca me leo una receta. Por eso, acabo enredando las recetas con mi estado de ánimo, ya que más de una vez ( y de diez) me he puesto a cocinar como válvula de escape, por olvidar, o entretener la cabeza con otras cosas. Vamos, como otros usan el fútbol o el bar de abajo.

Si estoy triste, preparo cosas del mar. Peces. Doradas, lubinas. Cefalópodos. Crustáceos (menos, son caros y de pocos guisos). Calamares, por ejemplo. Pulpo. O chipirones, hasta rellenos. Si estoy muy, muy pocho, en su tinta. Fantástico, un plato negro, negro como los albañales de mi corazón. O pescado al horno, con ese aspecto desolado y derrotado del pez, con esos ojos blancos como los de ciego de novela de picaresca. Uf, que yuyu.

Si estoy contento, pasta. Espaghettis, macarrones, fussili, gnoquis, tortelloni.....Cualquiera me vale. Fresca, seca, rellena. La pasta en sí es todo un acontecimiento. Punto de cocción. Dente. Asciuta. Miles de posibilidades. Miles de salsas, boloñesa, de quesos, siciliana, pesto genovese, carbonara...Salsas desbordantes, borbotoneantes, olores ancestrales, básicos, densos. Una fiesta, señores. Calorías. Grasas. Atracones. Tripas a estallar. Digestiones pesadas. Viva la vida!

Si estoy reflexivo, preocupado, carne. Guisada. Asada. Con verduras, guarniciones. Trabajo fino, sistemático. Organizado. Picar, cortar, sofreír. Añadir caldos, vinos, aguas. Tiempos de cocción largos, temperaturas, vigilar, dar vueltas..... Es un proyecto en miniatura. Que acaba donde acaban todos.

Postres, pocos. A veces algún bizcocho, algo de repostería. Curiosamente, no lo tengo imbricado a ningún estado de ánimo. Sin relación con mi corazón. Como mucho, chocolate pra la lujuria y la concupiscencia.


Y a veces, me apetece el manjar más exquisito que conozco, y del que no suelo tener siempre: tú.

Cuídense, vacas, que la vida es corta.

2 comentarios:

  1. ¿Y qué hay de la cocina para seducir? ¿Algún plato para que una mujer caiga rendida a tus pies?

    Besos de chocolate

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  2. Mejor que caiga rendida primero, y luego el plato. Según como haya ido la seducción, así será el plato

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