Veo pasar la gente. Unos van deprisa, llegando tarde a su propia vida. Otros, más tranquilos, paseando como si la hubieran encontrado. Ella pasa despacio, mirando a los lados. Parece que busca algo, aunque más parece curiosear que buscar. Nos vemos a través del cristal. Frena ligeramente, o eso me parece. Nuestra mirada se encuentra una décima más de lo correcto, un instante más de lo casual. Sigue andando, con esa mirada de "no te voy a mirar, pero sé que me estás mirando".
Media hora más tarde, soy yo el que ando, despacio, pese a la lluvia inquietante. Una cristalera grande, una cafetería. Reconozco un jersey oscuro, una melena clara, un pasador blanco. Me detengo, estaciono mi mirada en ella y pienso: "Vuélvete". Otra vez: "Vuélvete". Otra más. De repente, se da la vuelta despacito, a cámara lenta. Cuando casi está de frente, echo a andar. Nos miramos en ángulos extraños, ella sentada de medio lado y yo andando, mirando en escorzo. Sonrío, y sé que ella está sonriendo.
Ha dejado de llover.
miércoles, 13 de enero de 2010
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Precioso y muy bien escrito y descrito uno de esos momentos que le dan sal a la vida. No pares
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